Santos Montes raramente expone imágenes solitarias. Su obra se plasma a modo de secuencias en dos soportes: en primer lugar, la pared; en segundo lugar, los libros de artista que edita manualmente a partir de pruebas realizadas en el laboratorio. Ejemplares únicos, todos ellos cobran forma sobre hojas sueltas, o, en muchos casos, mediante las páginas de libros y manuales antiguos reciclados.
La obra de Montes propicia la convivencia de lo buscado con el azar. Cuando fotografía, suele llevar una maquina previsible y otra que no lo es. En sus libros relaciona las pruebas entre sí, y también con noticias de prensa. Conforme con este espíritu de improvisación, el repertorio de títulos con los que los titula procede de temas de jazz que suenan durante las largas tardes que pasa en su laboratorio.
Montes considera excesiva la obsesión por la obtención de la copia perfecta. Frente a la interpretación naturalista del negativo prioriza un positivado intuitivo que no se ciñe a la toma original, sino a lo que el autor busca expresar y en la manera en que cada imagen dialoga con el resto. Fue hace nueve años cuando comenzó a incorporar en su práctica de forma sistemática la búsqueda de la copia final y la copia destinada al libro. Esta filosofía le lleva a realizar una infinidad de pruebas mientras elabora sus trabajos. Aunque las pruebas se quedan en un cajón y sólo circula la imagen final, no son menos interesantes. Su evolución posterior por descuidos de tratamiento o por defectos de fijado les concede una segunda vida, y llevan a uno a preguntarse por qué no las eligió en lugar de la imagen que dio por buena.